Una conversación con Michael Frank

El autor de Lo que falta nos habla de sus novelas y de las experiencias que le llevaron a escribirlas.

En el primer libro que publicamos juntos, Los fabulosos Frank (2017), hablaste sobre tu familia y su aislamiento. Es una historia tan novelística que no me sorprende en absoluto que tu nuevo libro sea, de nuevo, una novela que atrapa sin posibilidad de escapar, y en la que… no falta nada, si me permites el juego de palabras. ¿Cómo encaja la ficción en tu vida literaria?

Escribo relatos desde adolescente, así que las memorias, de hecho, fueron para mí una digresión. Sin embargo, ahora que ha pasado un tiempo desde que se publicó, no me importa confesar una cosa: escribí Los fabulosos Frank como si fuera una novela. Sí, ¿te lo esperabas? Dediqué muchos años a ficcionar la historia de mi familia, a cuyo timón iba mi tía, la voluble, talentosa, enloquecida y enloquecedora guionista Harriet Frank Jr. Yo estaba convencido de que sería un inolvidable personaje de novela, pero los lectores casi siempre reaccionaban de la misma manera. Decían: «El personaje de la tía es totalmente inverosímil. En la vida real no hay gente tan extrema».

Qué divertido.

Bueno… No sabría qué decir. A mí esos comentarios me dejaban hecho polvo. Yo había puesto toda la carne en el asador con ese borrador. En última instancia, entendí que debía poner más distancia con esas figuras que habían dominado mis primeros años de vida y mi imaginación. Necesitaba escribir algo nuevo, y eso hice. De hecho, estaba cerca de terminar Lo que falta cuando recibí una llamada desde California. Mi tía estaba muriéndose. Volé a Los Ángeles esa misma tarde. Diez días después, en el avión de vuelta a Nueva York, abrí mi cuaderno y me dispuse a empezar Los fabulosos Frank en formato memoria. El texto salió a borbotones.

¿Te resultó difícil volver a la novela después?

Al contrario. Estaba deseándolo. El título… Lo que falta. Cuando se te ocurrió quedé fascinada. Es justo de eso de lo que habla la novela. Es un verso de un poema de Mark Strand, y creo que sí, que habla de eso en varios sentidos: el hijo anhelado, las cosas que ocultamos, los familiares que murieron en el Holocausto, los vínculos que no se llegan a tender en la pareja, entre el padre y el hijo, entre hermanos…

El libro comienza en Italia. ¿Por qué conduce el destino a los tres personajes principales a una ciudad como Florencia?

Italia ha tenido un papel transformador en la historia de mi familia. Durante mi veintena viví en el país intermitentemente, quería autoexiliarme de mi familia. Fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida y quería homenajear aquella vivencia inaugurando así la novela. Creo que hay algo importante en el hecho de salir de la propia cultura, algo que puede revolucionar la imagen que uno tiene de sí mismo y de su vida.

Y, en efecto, en la novela todo el mundo termina revolucionado, de una manera u otra.

Sí, está construida en torno a un triángulo y es cierto que, cuando se le presentan al lector, los tres personajes están un poco descolocados. Andrew, el más joven de los tres, acaba de romper con su novia y empieza a percibir que algo no marcha bien en la relación con su padre. Este, Henry, un prestigioso especialista en fertilidad de Nueva York, por fin se siente preparado para volver a empezar, tras superar un agónico divorcio de años…

Y luego está tu protagonista femenina, Costanza, una traductora con una gran carrera a sus espaldas y reciente viuda de un hombre difícil, un gran novelista estadounidense que nunca quiso tener hijos. Costanza se levanta un día, cerca de cumplir los cuarenta, y se da cuenta de que quiere quedarse embarazada, pero no puede. Su experiencia en el tumultuoso mundo de la fertilización in vitro está contada con una gran empatía. Es poco habitual que un hombre aborde un tema como este. ¿Cómo tomaste la decisión de escribir sobre ello?

Puede sonar poco creíble de boca de alguien que ha escrito unas memorias sobre su familia, pero en realidad soy muy celoso de mi intimidad, que conste. Lo cierto es que mi esposa y yo lo pasamos muy mal intentando ser padres. Ella siguió muchos procedimientos de fertilización in vitro, y pude comprobar de primera mano a cuán enormes dificultades, tanto físicas como psicológicas, se enfrentan las mujeres durante el proceso.

También lograste retratar la experiencia desde el punto de vista del hombre. El ansia que se acumula durante el procedimiento de fertilización, la incertidumbre, la preocupación…

Es un proceso muy intenso que te marca para siempre. A la madre y al padre.

Lo que falta abarca muchos otros temas más allá de la fertilidad: las difíciles relaciones entre padres e hijos, la herencia del pasado, la capacidad que tienen los secretos de poner patas arriba una vida… No obstante, creo que, ante todo, la novela habla sobre los extremos del amor.

Y sobre cómo esos extremos pueden enredarse inextricablemente, unos con otros, por el deseo de tener un hijo.

En este sentido, me recuerda a Los fabulosos Frank.

¡Pues no lo había pensado! Mi tía deseaba tanto tener un hijo que, bueno, trató de robarme a mí de mis padres, en sentido figurado. Costanza desea tanto tener un hijo que…

¡Un momento! He de ejercer aquí mi papel de tirana editorial. No puedo dejar que cuentes el increíble final, que algunos calificarían de transgresor.

Ecco! Lo dejamos aquí por hoy.

 

Una entrevista de su editora, Ileene Smith, para FSG Work in Progress.

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