Una conversación con Lisa McInerney

La autora publica su tercera novela ambientada en Cork, Las reglas de la revelación.

El debut de Lisa McInerney, Los pecados gloriosos, ganó dos premios importantes, y su secuela, Los milagros de la sangre, otro, de manera que lo normal sería que la principal preocupación de la autora antes de que se publique Las reglas de la revelación, tercera y última parte de la serie, fuera hacer más sitio en la estantería. Pero no; puede que viva en el frío oeste de Irlanda, pero ella no es ningún témpano de hielo.

«Los nervios pueden conmigo», dice. «Pierdo el culo por que me presten atención. Pero tiene que ser atención positiva. Se supone que no hay que leer las malas críticas, pero a mí me hicieron una y me destrozó. De eso ya hace cuatro años y todavía no me he recuperado. Se supone que soy una escritora fría; quiero ser como el señor Banville, a quien no le importan esas cosas. Pero me sigo sintiendo como una autora novel, con tres libros ya pero recién salida del cascarón.»

El Woman’s Prize for Fiction, el Desmond Elliott Prize y el RSL Encore Award le supusieron un apoyo tremendo, por supuesto; pero también una carga, aunque solo fuera en su cabeza.

Su plan era escribir tres novelas e ir mejorando sobre la marcha. Pero el éxito prematuro la ha llevado a ponerse presión a sí misma y le ha provocado el miedo a decepcionar a los lectores. «Te has ganado a unos lectores y ahora se espera que los tengas contentos, y eso te pone en un mal lugar para escribir. Nunca tienes que plantearte el libro como producto que ha de terminar en una estantería. Cuando lo haces, [la escritura] deja de ser genuina.»

Su ansiedad carece de fundamento. Si Roddy Doyle plasmó a la clase obrera de Dublín en su Trilogía de Barrytown, la de McInerney está tan afincada en Cork como el té Barry’s, y es igual de fuerte. «Siempre me he preguntado por qué no había más narrativa ambientada en Cork», dice. «Es una verdadera zona de recreo para el lenguaje, todo jergas y dialectos locales. No parece que reciba todo el amor que merece».

Aunque McInerney vuelve a vivir en su población natal de Coole, en el condado de Galway, estudió Literatura Inglesa y Geografía en Cork, donde se tomó un año sabático de sus estudios para tener un hijo y después ya no volvió. Lo que más le gustaba era la geografía; le fascinaba cómo se construían las ciudades y quería ser urbanista. Ahora, en cierta manera, ha creado su propia ciudad.

Los pecados gloriosos, una historia frenética y tremendamente entretenida, presentaba a los lectores al reparto de personajes de la serie. El más memorable es Ryan, el brillante y carismático aunque descarriado hijo de un padre inútil; también su novia, Karine, y Maureen, la madre de un gánster local decidida a sembrar el caos para cobrarse su venganza.

Un thriller trepidante

Los milagros de la sangre era más retrato que paisaje, un thriller trepidante centrado en Ryan y en su enredo con las drogas y el mundo del hampa. Las reglas de la revelación vuelve a ser otro paisaje, este más distendido y divertido y menos frenético, que completa el arco narrativo de «sexo, drogas y rock and roll» cuando Ryan vuelve a su ciudad natal tanto para hacer frente a su pasado como para crear música, grabar un álbum con su banda en Inishbofin y luego tocarlo en directo en Cork, reunirse con Karine y tratar de hacer las paces con su pasado, o por lo menos escapar de él.

«Lo que he escrito es una historia enorme, o sea que cuesta mucho resumirla», dice la autora. «Es una novela polifónica con cinco voces, que trata del arte, de volver al hogar y de encontrarse a uno mismo. Quería darles a mis personajes un buen final, quería que resultara satisfactorio pero también real. Están reimaginando su lugar en Irlanda, y hay mucha introspección, así que el ritmo es más tranquilo, pero también hay partes muy divertidas, o eso espero, sobre todo cuando Maureen va por ahí intentando agitar a la ciudad.»

«Los pecados gloriosos arranca en 2010 y este libro termina en 2019; cómo ha cambiado Irlanda durante esa década, por el amor de Dios», dice McInerney, citando el desplome de la economía y su recuperación, la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y del aborto, y la restructuración del panorama político. «¿Por qué iba a alguien a no querer documentar todo eso?»

«¿Cómo existen estos personajes en esa Irlanda cambiante? La Irlanda de Los pecados gloriosos es muy fría y moralista, la que había justo después del desplome de la economía. Sobre esa Irlanda ya no puedo escribir porque ya no existe. Los referéndums le dieron a la gente una sensación de poder y de esperanza en su país que hasta entonces no creo que tuviera.»

Ganar confianza

Las reglas de la revelación se centra en unos personajes que se intentan definir a sí mismos por sus propias reglas, no por sus raíces. La autora, igual que la mayoría de sus personajes, se crio en pisos de protección oficial, de forma que entiende bien la lucha de esos personajes para salir adelante en la vida sin abandonar el sitio del que vienes. «Es la vieja historia de los cangrejos en el cubo; cuando uno se intenta escapar, los demás no le dejan.»

Otro de los personajes, Mel, era una figura muy secundaria en el primer libro, donde la conocíamos como Linda, la hija de la pesadillesca vecina y némesis de Ryan, Tara. Mientras vivía en Glasgow, Mel descubrió su verdadera identidad de género. Escribir un personaje trans «no me pareció una cuestión espinosa en aquel momento», dice la autora. «Cuando estaba escribiendo el libro, reinaba una sensación de esperanza, sobre todo entre la gente joven, de ser capaz de adoptar cualquier identidad con la que se sintieran cómodos, de dejar atrás el género como esa ridícula construcción social que es y liberarse.»

«Mi hijo Aodh es un chico trans con quien he tenido muchas conversaciones sobre el género y sobre cómo hacer que la gente se sienta cómoda. Tiene diecinueve años, casi veinte, y muchas de sus amistades están experimentando, cuestionando la identidad, la sociedad y las normas. Si nunca hiciéramos esto, ¿en qué clase de sociedad viviríamos ahora? Todavía seguiríamos sometidos por el Arzobispo McQuaid.»

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