La historia y tú

Donde late el corazón es un thriller trepidante con grandes momentos de tensión. ¿El secreto para conseguirlo? Su narrador.

En esta novela no es que tú seas el protagonista; más bien, te pones en su piel. Sientes sus miedos, sus angustias. No puedes tomar decisiones por ella, pero las suyas te arrastran como si fuesen un torrente y tú solo puedes seguir la corriente para sobrevivir.

El autor, Tyler Keevil, explica qué le llevó a adoptar un estilo tan poco convencional:

La narración en segunda persona, en la que el autor usa el pronombre «tú» para que parezca que se dirige a los lectores y los acerque a la historia, puede ser tan arriesgado como caminar por la cuerda floja. O, para establecer una comparación más acorde con mis raíces de la Costa Oeste (nunca he participado ningún espectáculo circense y mucho menos el de la cuerda floja), escribir en segunda persona es como intentar hacer un atrevido salto de snowboard. Si te sale bien, al público le impresiona y emociona. Si das algún traspié, te desorientas o pierdes el control, te arriesgas a caerte de manera vergonzosa con resultados melodramáticos: giros descontrolados, desplomes, sacudidas por todos lados, un rastro caótico en la pista (o en la página). Por esa razón, los deportistas inexpertos deben evitar ese tipo de piruetas, al igual que se aconseja a los escritores noveles que no se usen la segunda persona. Al menos, esa una de las «normas» de la enseñanza de Escritura Creativa, junto con otros mantras grabados en piedra como «no lo cuentes, muéstralo» o «escribe sobre lo que conoces». Soy uno de los culpables: recuerdo los momentos en los que alejaba a mis estudiantes de la narración en segunda persona. Pero, como todos sabemos, las normas están para romperlas.

Aun así, al construir mi nueva novela, Donde late el corazón, no puedo hacer ninguna afirmación grandilocuente sobre la intención de romper las reglas al usar técnicas de narración en segunda persona. Fue más un proceso de intuición y un descubrimiento. El capítulo inicial (que puedes leer aquí), en el que una joven presencia la muerte de su marido al ser apuñalado, sin razón alguna, en un autobús de Londres, lo concebí en segunda persona a modo de inicio tenso que atrapase, el clásico «gancho» después del cual la novela adoptaría un estilo narrativo más tradicional. Pero ese comienzo era tan efectivo y el proceso de creación tan emocionante que me di cuenta de que no podía parar. La voz narrativa era cautivadora y liberadora, y el resto de la novela ardía dentro de mí y fluía con rapidez.

Algunos ejemplos de narración en segunda persona (o variaciones de esta) que me han acompañado, y otros que me han influido y han sido fuentes de inspiración durante el proceso son The Collector of Hearts: New Tales of the Grotesque, de Joyce Carol Oates; La caída, de Albert Camus; El fundamentalista reticente, de Mohsin Hamid; Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino, y «Finales felices», de Margaret Atwood, entre otros.

En Donde late el corazón, los caminos que toma Eira después del asesinato de su marido son de todo menos seguros. Está insensibilizada después de perder a la persona con la que compartía su vida, por lo que hace cualquier cosa por volver a sentir algo. Se irá a Praga, donde no tiene nada ni a nadie, y se pondrá en peligro en repetidas ocasiones por un encargo misterioso que implica cruzar varias fronteras y traer «algo» a Praga. Como lectores, asistimos a esta lucha por la vida como si fuese la nuestra propia gracias a la magistral narración que Keevil ha concebido.

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