Una conversación con Nathalie Azoulai

Un régimen autoritario donde la unión entre hombres y mujeres que se lleven más de veinte años entre sí estaría prohibida: este es el divertido argumento de Juvenia, una historia llena de humor y libertinaje que nos brinda la novelista.

Juvenia comienza con la aprobación, en un país homónimo, de una ley que prohíbe a los hombres convivir con mujeres veinte años menores que ellos. Podría parecer una locura que de pronto le ha dado por tomarse en serio…

Es que es justo eso. Un verano, después de pasar unos días en la montaña —supongo que esto quizás había generado en mí una especie de hiperoxigenación—, me desperté una mañana con una sensación extraña. Se me ocurrió la idea de esta ley, de un Gobierno coercitivo, y me puse a escribir sin descanso, en un estado febril, que es algo que no me había pasado nunca. Hacía tiempo que me cuestionaba este tipo de relaciones…

¿Por qué le preocupaban?

De manera coyuntural, a mi alrededor a varias mujeres las habían dejado por otras más jóvenes. Observé que —siendo nosotras quincuagenarias ya— dejábamos de ser el objeto de deseo de nuestros congéneres. Desde un punto de vista estructural, este tipo de relaciones es bastante frecuente en mi entorno. Me muevo en un mundo, llamémoslo «cultural», bastante propicio a que se formen parejas como estas.

¿Más que en otros ámbitos? ¿Por qué?

Es un mundo que puede parecer más moderno que otros, pero que al final se rige por los mismos arcaísmos. Funciona a base de relaciones de poder y de edad. Además, es un medio donde impera la admiración. Las personas que alcanzan el éxito tienen talento, lo han demostrado y a menudo son personajes públicos. Cuando nos movemos en esferas donde todo es luz y notoriedad, la asimetría suele ser un rasgo habitual en las parejas. Pero no es nada nuevo… Y la paternidad tardía también suele ser muy común.

¿Ha consultado estadísticas que confirmen esta tendencia social para escribir la novela?

Previamente, no. Luego sí que he leído mucho, sobre todo artículos de la investigadora Marie Bergström, socióloga especialista en relaciones de pareja y sexualidad. Está constatado que la diferencia de edad nunca ha sido un problema para las mujeres. Da igual que sean jóvenes, siempre han admitido —incluso aceptado de buen grado— un desfase etario y una mayor madurez en el hombre. Por el contrario, los hombres no sienten la necesidad de relacionarse con mujeres más jóvenes hasta que alcanzan la cincuentena.

Eso quiere decir que las mujeres jóvenes que se aventuran en este tipo de relaciones aceptan esa dominación. Uno de sus personajes, Juvena Biel, es un claro ejemplo…

Sí, Juvena es actriz, y su pareja, que es productor, goza de una posición profesional que le confiere poder, sobre todo a la hora de ayudarla a ella. Ella malvende algo suyo (su juventud) a cambio de otra cosa (el progreso de su carrera profesional). Ambos ganan. ¡Más que una relación de dominación es un negocio!

¿La unión de las mujeres con hombres más jóvenes sería la solución?

No creo. Me parece que a las mujeres, a la gran mayoría, les gusta estar con hombres de su edad. Con la diferencia de edad pueden surgir problemas. El hecho de no estar en sintonía con las percepciones de su pareja tampoco parece ser algo evidente para algunos hombres. En mi caso, hablar sin descanso con una persona que se encuentra en una etapa vital distinta a la mía se me haría agotador. Esto es algo fácil de constatar cuando hablamos con nuestros hijos: existe un abismo entre dos generaciones que tiene su origen en la experiencia. La mayor parte del tiempo, como padres, nos toca aguantarnos, pero a veces es frustrante obligar a los niños a ciertas cosas cuando todavía no están preparados (o no son capaces). Si este tipo de diferencias se da en la pareja, tiene que ser horrible…

En su libro, un personaje masculino le dice a la mujer soltera que tiene al lado que, pasados los 50, es inútil esperar que un hombre como él se interese por ella. ¿De verdad existe gente así de impresentable en la vida real?

Quizá no lo expresan así tal cual, pero a veces no hace ni falta. Aunque no hayas vivido esta experiencia tan radical (que te dejen por una mujer más joven), si estás rodeada de hombres con parejas más jóvenes, formas parte de la categoría de «fuera de la seducción». De manera indirecta, te invalidan con su práctica, te convierten en uno de sus camaradas. Es una experiencia que he vivido a menudo. Quizás al principio no te enteres de qué pasa, ¡pero lo acabas entendiendo muy rápido! (Risas)

¿Cree que la generalización de estas parejas asimétricas puede ser perjudicial para la sociedad?

En Juvenia, parto del postulado de que es perjudicial, pero el régimen de Juvenia luego lo corrige, lo ordena. No sé si en la vida real esto puede generar una sociedad desvitalizada, anémica o peor... Es perjudicial para el corazón de las personas, eso sin duda. Y también para el buen entendimiento entre hombres y mujeres. Si se descarta una categoría entera de mujeres a partir de cierta edad, estas mujeres dejarán de estar en contacto con los hombres y se creará una brecha entre los dos sexos. Como en la guerra feminista actual, por otra parte, que sin duda consigue arreglar algunas cosas, ¡pero tiene otras consecuencias negativas!

Juvenia es un régimen feminista: ¿ha escrito un libro feminista?

Es un libro que pretende ayudar a las mujeres. Para mí, el feminismo también debe denunciar a las mujeres que sucumben al poder de los hombres, y hablo de ello en la novela. Tampoco es victimista: todas estas mujeres se organizan y se salvan mediante una forma de combatividad y autonomía. Intentan salvar el pellejo y movilizarse para recuperar su autonomía.

Sus novelas suelen ser psicológicamente «densas». A través de la sátira y la caricatura —más ligeras— evita el juicio. ¿Era ese el objetivo?

Mientras escribía, algunos amigos me dijeron: «Tienes que meter caña». Eso no es lo mío, no busco la guerra de sexos, sino la concordia. Es cierto que el estilo enérgico, el ritmo rápido y la forma me han permitido insuflarle humor. No es un libro que pretenda juzgar ni atacar, solo dejar claro que ya basta. No obstante, ¡un poco sí que las he vengado! (Sonrisa.)

 

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