Una conversación con Maggie Shipstead

La autora nos habla de El gran círculo, una gran novela sobre una gran aventura.

En las primeras páginas de la reciente y fantástica novela de Maggie Shipstead, El gran círculo, conocemos a dos mujeres que llevarán el peso de la historia: Marian Graves, una osada aviadora en pos de ser la primera persona en circunnavegar la tierra pasando por los polos, y la actriz Hadley Baxter, medio siglo después, en un estudio de Hollywood, rodando los instantes finales de la vida de Marian, cuando su avión, el Peregrine, se estrella en el océano Antártico. Uno de los muchos placeres que he disfrutado con esta novela ha sido detenerme a pensar en los círculos que ha dibujado y trazado Shipstead al escribirla, señalando puntos en el espacio y tiempo a los que el lector, la autora y los personajes regresan con emoción.

Esta novela es muchas cosas al mismo tiempo. En la superficie, presenta una serie de aventuras con trasfondos majestuosos: el naufragio de un transatlántico al estilo del Titanic; acróbatas aéreos y contrabandistas en la época de la ley seca; el ritmo y el influjo de Londres durante la Segunda Guerra Mundial; y el rutilante Hollywood actual. Por debajo, es una historia sobre la voluntad femenina, sobre transgredir los límites, sobre enfrentarse a la muerte y a la vida. He leído que una estatua de Jean Batten en Nueva Zelanda despertó tu interés por escribir sobre una aviadora. Más allá de esa primera chispa, ¿podrías señalarnos dónde y cuándo empezó El gran círculo para ti? ¿Hubo algún capítulo o alguna escena en que te dieras cuenta, incluso con un «oh, no», que este sería un libro de altos vuelos?

Seguramente fue bueno que no comprendiera del todo el lío en que me había metido hasta que ya llevaba casi dos años escribiendo el primer borrador y caí en la cuenta de que no había llegado ni a la mitad. No fue una sensación agradable. Tuve que convencerme a mí misma de no entrar en pánico, agachar la cabeza y seguir trabajando sin darle más vueltas. No me quedaba otra. No hago esquemas ni planes para los libros, ojalá pudiera, pero me resulta soporífero; lo que me funciona es tener un par de elementos de referencia: en este caso, sabía que Marian transportaría aviones de guerra (aunque no había decidido si lo haría desde el Reino Unido o desde Estados Unidos), que sobrevolaría los polos, y poco más. Pero a pesar de ir a ciegas, la mayoría de los elementos estuvieron presentes desde el inicio. Creo que mi subconsciente planifica más de lo que creo; cuando surgen problemas hacia el final del primer borrador, suelo encontrar las soluciones imbricadas en lo que ya he escrito.

En fin, hubo varios comienzos en falso, pero el inicio del libro (la entrada del diario de vuelo de Marian en la Antártida) fue prácticamente lo primero que escribí y lo que determinó el tono general. Después seguí con la botadura del barco, creé a Hadley, decidí usar Montana como uno de los escenarios principales, y se me ocurrió la idea de los capítulos de «historias incompletas». O sea que la respuesta resumida es que no fui consciente de la magnitud del proyecto hasta que ya estaba muy avanzado, y cuando ya no pude pasarlo por alto durante más tiempo, mi mecanismo de supervivencia fue evitar mirar el conjunto y seguir construyendo pieza a pieza.

Algunos escritores buscan temas con la esperanza de explorarlos, otros se tropiezan con ellos. En este caso, Marian y su hermano fueron abandonados cuando eran bebés, primero por una madre frágil que los deja a su suerte, después por su padre, un capitán de barco que no es capaz de regresar a su vida después de cumplir condena en Sing Sing por abandonar su buque. Hadley también quedó huérfana cuando sus padres murieron en un accidente de avión. Su tío, al igual que el tío de los mellizos, Wallace, renunció egoístamente a su obligación de educarla. ¿Cuándo comenzaste a pensar en el abandono y la redención, y cómo logras el equilibrio entre el tema, la acción narrativa y el drama?

La verdad es que no pienso mucho en ello, al menos no en esos términos. El único tema de El gran círculo del que fui consciente desde el principio era la escala. Sigo considerando que el libro trata sobre cómo una vida individual se compara con la magnitud del planeta, la inmensidad del tiempo y la masa ingente de las demás vidas que se están viviendo en ese momento. Pero sé que en mis novelas me veo atraída por los momentos de resonancia y simetría, hasta el extremo de que debo resistirme para que no resulte demasiado pulcro; así que los temas como el que has mencionado tienden a surgir de forma orgánica. Una cosa lleva a la otra en la trama, pero también en la psicología de los personajes. Supongo que, una vez que encuentro algo que me interesa, ya sea una dinámica o un comportamiento, quiero regresar a ello y abordarlo desde distintos ángulos.

Como escritora de viajes experimentada, has visto con tus propios ojos muchos de los lugares sobre los que escribes, especialmente el Círculo Polar Ártico y la Antártida. En El gran círculo dices que Marian tiene una «avidez incómoda». ¿Ha sido electrizante, aterrador, o ambas cosas escribir un personaje como el de Marian, que parece decidida a vivir siempre al límite?

Creo que en lo que más me apoyo a lo largo del arduo proceso de escribir una novela es en que mis personajes me parezcan interesantes. Pasé demasiado tiempo con Marian como para que me resultara electrizante, y lo controlaba todo demasiado como para que me pareciera aterradora. Sin embargo, me interesaba cómo se desarrollaría su vida y qué efecto tendría sobre ella esa ansia que mencionas. En la vida real, me atraen y me fascinan las personas que dedican su tiempo a experiencias que me parecen extremas. Crear a Marian fue una manera de mirar de cerca ese tipo de vida. Mi agente y yo todavía bromeamos sobre la imposibilidad de responder a la pregunta de «por qué» vuela Marian porque, en los primeros borradores, ella no lograba comprender que alguien quisiera hacer algo así, ¡mientras que a mí me parecía de lo más obvio!

Durante uno de los tres vuelos importantes antes de que Marian cumpla diecisiete años, «el terror cobra vida». ¿Con qué terrores te encontraste mientras te abrías paso hacia su corazón? Cuando escribes ficción, ¿tiendes a dejarte llevar por lo personal o a alejarte de ello?

Nunca me he visto en una situación en la que de verdad pensara que iba a morir; seguramente lo más parecido fue una vez que derrapé en la autopista bajo la lluvia, pero sucedió tan rápido que no tuve tiempo de asimilar lo que estaba pasando. Sin embargo, creo que todos sabemos lo que se siente durante un pico de miedo. En la veintena competí en equitación, concursos de saltos, y tuve que enfrentarme a muchos miedos. En mi carrera como escritora de viajes también he tenido que salir de mi zona de confort. Por ejemplo, siempre he tenido miedo de las aguas profundas, pero nadé con ballenas jorobadas en mar abierto, y aprendí a bucear. También he vivido experiencias que resultaron ser más aterradoras en retrospectiva, después de que el recuerdo se asentara: errores de juicio, pequeños incidentes sospechosos en aviones, un leve síndrome de descompresión en una situación en la que nadie me creía. No soy una escritora autobiográfica, en absoluto, pero sin duda reutilizo y adapto elementos de mi vida para usarlos en la ficción. Además, todo el libro es producto de mi conciencia, así que es inherentemente personal, está repleto de mis pensamientos y mis reflexiones, mis opiniones y mis preguntas.

Esta es principalmente la historia de Marian, y la de Hadley encarnando a Marian, pero has creado un rico elenco de personajes. Me atrajo Caleb Bitterroot y su relación cambiante con los mellizos, así como el hermano tierno y artístico de Marian. Me llevé la mano al corazón literalmente durante la escena final de Jamie. ¿Cómo evitas que los personajes secundarios se adueñen de tu imaginación y de tu narrativa?

¡Creo que no lo consigo del todo! Vería justificada una versión de esta novela en la que solo siguiéramos a Marian. Pero uno de los motivos para dejar entrar a más personajes es que me permite cambiar de punto de vista para mantener el ritmo. Desplazarme de un personaje a otro facilita, por ejemplo, un salto en el tiempo o ayuda a informar al lector de algo que de otro modo habría resultado tedioso explicar. También me gusta la sensación de complejidad y amplitud que proporciona un elenco numeroso, aunque como lectora también disfruto de los libros con estructura sencilla, con un único narrador o punto de vista (Chicos prodigiosos, por ejemplo). La desventaja evidente es lo mucho que hay decidir y organizar cuando empiezas a darles más páginas a los personajes secundarios. En los primeros borradores, enviaba a Jamie a una comunidad religiosa en Canadá que pertenecía al movimiento dujobori, una secta muy interesante. Emigraron desde Rusia, son pacifistas, antimaterialistas, y en su día se hicieron famosos por sus protestas nudistas. Pero mi editora dijo, con razón, que era la gota que colmaba el vaso de las rarezas, así que tuve que repensar una buena parte del libro.

También has incluido en la novela varios interludios que proporcionan un agradable descanso de ritmo, casi hasta parecían música. Háblame de las «historias incompletas», cómo las ideaste y cómo las usaste para abarcar cincuenta años de línea temporal.

Cuando investigaba la historia de Missoula, encontré una explicación del lago glacial de Missoula, un lago inmenso que se formó hace 15 000 años allí donde se encuentra la ciudad ahora. Todavía se ven las líneas de las mareas que surcan las montañas casi como terrazas. Me cautivó que todavía resulte tan evidente el rastro del mundo prehistórico, que la vida transcurra a su alrededor con toda normalidad. La presa de hielo que contenía el lago se rompía periódicamente y provocaba una inundación de proporciones inimaginables que alteraba el paisaje de todo el noroeste hasta el Pacífico. Quería plasmar en el libro la magnitud del tiempo geológico, así que decidí escribir una sección en tiempo presente que recorriera la historia de Missoula a toda velocidad desde la era del lago glacial. En cierto modo, a Marian le obsesiona emplear su vida en ser testigo de nuestro planeta, pero yo quería expandir el contexto del libro hasta más allá de lo que ella pudiera saber o comprender. Creo que el texto lo dice en algún momento, pero una vida es inmensa y diminuta al mismo tiempo. Después de escribir una historia incompleta, me pareció lógico escribir más y entrelazar algunos momentos de la vida de Marian y Jamie con un hilo temporal más amplio para ubicarlos en acontecimientos reales, como sucesos durante un vuelo. También había una historia incompleta de la Antártida que comenzaba hace millones de años, cuando el continente aún estaba unido a Sudamérica, pero al final se eliminó.

Marian es una mujer de apetitos intensos, voraz en muchos aspectos. Y El gran círculo es una novela ambiciosa, una hazaña, una proeza. No es una novela escrita por una autora tímida. ¿Qué te dices a ti misma en tus mejores días de escritura y en los peores? ¿Qué papel desempeña la ambición en tu trabajo? ¿El éxito te vuelve más osada?

En los mejores días, pensaba que sería un buen libro. En los peores, tenía miedo de tomar una decisión errónea, signifique eso lo que signifique. A veces me metía en la cama en plena tarde, paralizada por la duda de haber escogido el tiempo verbal adecuado. Creo que soy una escritora ambiciosa, pero no creo que sea la ambición en sí misma lo que me mueva. Quiero decir que no me propuse escribir una novela muy larga y compleja, sino que evolucionó desde un punto de partida bastante sencillo. A juzgar por mi limitada experiencia, creo que el éxito más bien disuade de ser osada, porque cuanta más atención recibes, más consciente eres del escrutinio. Siempre he estado dispuesta a explorar ideas distintas y siempre he confiado en mi habilidad para gestionar la estructura del texto, incluso en la universidad, cuando aún era muy joven y casi no tenía experiencia. De mis novelas, El gran círculo es la primera que no ha nacido como relato breve, así que quizás esa falta de restricciones o parámetros iniciales sea uno de los motivos por los que se expandió tanto.

 

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