Una conversación con Madeline Miller

La autora de La canción de Aquiles se sincera sobre su proceso de escritura y su inspiración para escribir Galatea.

¿Podrías facilitarnos una breve semblanza tuya para que mis lectores supieran quién eres, cómo empezaste tu carrera literaria y qué clase de libros te gusta escribir?

Me llamo Madeline Miller. Soy la autora de La canción de Aquiles, una novela sobre Aquiles, el héroe griego, contada por Patroclo, su amante, y, más recientemente, del relato Galatea, que vuelve a contar el mito de Pigmalión, un escultor que se enamora de su obra, narrado desde el punto de vista de la propia estatua. Crecí entre Nueva York y Filadelfia. Actualmente vivo en Cambridge, Massachusetts. Además de escribir, enseño filología clásica y dirijo representaciones teatrales de Shakespeare, que son, por igual, las tres filias de mi vida laboral.

Suelen sorprenderme las diferentes respuestas de los autores acerca de su proceso de escritura. ¿Puedes compartir con nosotros algunas rutinas, tales como comidas, recetas, libros favoritos o hábitos, que te resulten de ayuda durante el proceso de escritura?

Me gusta empezar un día de escritura leyendo poesía. Hay algo en su hermosa precisión que me ayuda a concentrarme. Por lo general, suelo abrir al azar mi ejemplar de The Norton Anthology of Poetry y dejo que decida el destino.

También me gusta pasear. Me bloqueo a menudo durante la escritura (para mí, bloquearse forma parte del proceso de redacción tanto como desbloquearse) y dar unas vueltas por el vecindario me suele liberar, o al menos me levanta el ánimo lo suficiente como para volver y afrontarlo de nuevo.

¿Cómo es un día típico en tu vida? ¿Cómo te las arreglas con una agenda tan apretada?

Mi día a día evoluciona mientras intento averiguar qué significa ser «escritora a tiempo completo». Cuando publiqué mi primera novela, dedicaba todo mi tiempo a la enseñanza y a la dirección teatral, por lo que relegaba la literatura a los fines de semana y a las vacaciones, cuando escribía en atracones de doce o catorce horas. Justo ahora pruebo con horarios más regulares: comienzo a las nueve y lo dejo en algún momento de la tarde, cuando empiezo a perder fuelle. Creo que mi mayor desafío es, en realidad, alcanzar un equilibrio entre la escritura, algo absolutamente interior, con cosas como los correos electrónicos, los medios de comunicación o actualizar mi página web, cosas del todo exteriores. Me he dado cuenta de que no puedo hacer ambas a la vez, y en este momento la solución ha consistido en consagrar días enteros únicamente a la escritura, en los que ni siquiera reviso mi correo.

La gente vive las historias, estamos rodeados por ellas. ¿Qué tiene este relato para que fuera el que desearas escribir en este momento? ¿Qué impacto ha tenido en tu vida contar esta historia? ¿Consideras que te ha cambiado?

La historia de Galatea y Pigmalión me había fascinado durante una década, desde que leí la versión de Ovidio en la universidad. Es uno de esos mitos lleno de múltiples resonancias: la obsesión de un artista por su trabajo, el poder de nuestro anhelo por los seres queridos y, lo que me resulta particularmente atractivo, el impulso de idealizar a la mujer más que permitirle ser real. En el relato del poeta latino encontré el detalle de que Pigmalión había rechazado a otras mujeres de su localidad y solo era feliz con una de su propia creación. De inmediato empecé a preguntarme cómo sería la vida con un esposo como aquel y me prometí que un día otorgaría a Galatea la oportunidad de responder con su propia voz. No sabía que esa voz iba a venirme a la una de la madrugada cuando se suponía que al día siguiente salía de viaje. Encontré a tientas el portátil y pasé las cuatro horas siguientes escribiendo lo que sentí como un dictado. Era como si hubiera estado filtrando la historia una y otra vez y mi mente hubiera dicho: «Vale, basta ya de pensar y empieza a escribir AHORA».

¿Eres capaz de leer cuando estás escribiendo, y, de ser así, qué libros te inspiran cuando estás trabajando en uno propio?

¡No hay nada que pueda impedirme que lea! Y, de hecho, la lectura de una novela realmente buena mientras me hallo enfrascada en la mía me motiva para esforzarme más, aunque procuro evitar las relacionadas con el mismo tema en que estoy trabajando. Así, por ejemplo, cuando estaba escribiendo La canción de Aquiles, declaré una moratoria sobre todas las historias relativas a los mitos griegos posteriores al Renacimiento. Promesa que solo rompí en una ocasión para leer Penélope y las doce criadas, de Margaret Atwood. Aunque pueda parecer extraño, a menudo encuentro más inspiración en los artículos y en los libros académicos. Ahora mismo, en mi mesilla de noche tengo una pila de unos cincuenta para mi próximo libro y voy con ellos poco a poco. Los debates de los especialistas, sin entrar en los caminos de la creatividad, me ayudan a cristalizar mis propios sentimientos.

¿Qué fue lo más interesante que averiguaste en tus investigaciones sobre este libro que al final decidiste no incluir?

Una clave del mito original del mito de Galatea y Pigmalión era que su hija Pafo llegó a ser lo bastante famosa para que le pusieran su nombre a un pueblo en su honor. Este detalle debía mantenerse fuera del ámbito de esta historia (entenderás el motivo si la lees), pero lo tuve muy presente mientras escribía. Además, en el relato original de Ovidio, la estatua carecía de nombre alguno. Era solo «la mujer de marfil». El nombre de Galatea figura únicamente en versiones posteriores.

¿Qué clase de libros tendrían algunos de tus personajes si fueran lectores? En sus circunstancias, ¿qué obra u obras les sugerirías leer?

Galatea, tal y como la imagino, es de gran inteligencia y curiosidad. Ansía de verdad aprender a leer y, si hubiera tenido la oportunidad, creo que habría devorado hasta la última muestra de texto impreso que hubiera encontrado: poesía, filosofía, historia, astronomía…

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