Hablamos con el autor de Los Profetas

Robert Jones Jr. es heredero de Baldwin y más allá. La novela con la que debuta el escritor, Los profetas, es la historia de amor homosexual negro que él siempre quiso leer.

En su artículo de 1985 «Aquí hay dragones», James Baldwin escribió: «En el fondo, lo que había aprendido era que el deseo masculino por lo masculino circulaba por doquier, ávido, desesperado, aquejado por una soledad inenarrable». Las actitudes con las que se aborda la sexualidad en Estados Unidos, añadía, están trágica e inextricablemente vinculadas con sus «ideales» de hipermasculinidad y violencia racista.

Pocos años después, un estudiante negro gay de primer año del Brooklyn College llamado Robert Jones Jr. sintió un gran alivio cuando leyó este artículo. Era la declaración más transparente de homosexualidad negra y fluidez de género que había encontrado en un escrito.

Su debut en la novela, que llegó a las librerías el pasado 5 de enero, Los profetas, es en muchos sentidos la culminación del homenaje que lleva rindiéndole a Baldwin desde entonces. Con una historia de amor en el corazón de la trama, se centra en las vidas de Samuel e Isaiah, dos jóvenes esclavos de una plantación del Misisipi anterior a la guerra civil, y en las consecuencias de la relación de estos para quienes viven en su mismo mundo, negros y blancos por igual.

Durante los años de facultad y de sus estudios de posgrado, Jones leyó con voracidad las obras de las literaturas de la diáspora africana. No le fue fácil encontrar en ellas ejemplos de verdadera atracción entre hombres negros.

«Incluso cuando llegas al Renacimiento de Harlem, a partir de la década de 1920, te encuentras con escritores negros gays que escriben muy veladamente, por lo bajo, entre líneas, sobre la homosexualidad —nos contaba el escritor—. No hay mucho más hasta que llegas a Wallace Thurman y luego, por fin, a James Baldwin; ellos dos sí hablan del tema más abiertamente.»

Antes de eso, los pasajes que sí encontró Jones —en Incidentes en la vida de una esclava de Harriet Jacobs y en Beloved de Toni Morrison— suponían agresiones sexuales de hombres blancos contra hombres negros. «Y yo me dije, vale, muy bien, pero ¿qué hay del amor?»

Morrison decía que «si hay un libro que quieras leer pero aún no se ha escrito, entonces tu deber es escribirlo tú». El libro que Jones deseaba leer, y que más tarde escribió, tenía la osadía de sugerir no solo que el amor entre negros del mismo sexo existe, sino que siempre ha sido así.

Le llevó trece años terminar y publicar Los profetas —con su pasión entre hombres, sus saltos atrás en el tiempo al continente africano, donde una «rey» bisexual ha de enfrentarse a la violenta misoginia de los tratantes blancos de esclavos—, y fue en parte por los miedos que albergaba. «No tenía ningún modelo en el que fijarme y sabía la oposición con la que me encontraría —explicaba el escritor—. La obra se enfrentaría con mucha resistencia porque la masculinidad tóxica está profundamente ligada a la idea de que la homosexualidad es fruto de traumas.»

Le resulta frustrante que todavía hoy haya voces influyentes en la comunidad negra que afirmen que la homosexualidad es antinatural, que es una conspiración blanca para seguir subyugando a los hombres negros. Según esta visión, «solo puedes ser hombre si eres fuerte, dominante, heterosexual y cisgénero. Y si no eres nada de eso, eres una herramienta que los supremacistas blancos utilizan para fragmentar a la familia negra, para castrar al hombre negro».

Bajo el talante caballeroso de Jones, una humildad que desarma y un gran sentido del humor, hay rabia y tristeza: por las injusticias cometidas, tanto en el pasado como en el presente, contra los africanos y los afroamericanos y aquellos que aman a quienes los hombres blancos les han dicho que no amen.

En su esfuerzo por comprender y combatir tales injusticias, Jones fundó en 2008 el blog «Son of Baldwin», un lugar de encuentro para dialogar sobre raza, sexualidad, género y discapacidad. Las conversaciones que ha tenido con mujeres y con personas de otras comunidades y razas, mestizos, indígenas o africanos, han hecho más complejas sus ideas sobre la opresión y el privilegio. «Sí, soy negro y homosexual, pero también soy hombre, con estudios, estadounidense. Mi deber es reflexionar sobre esa discordancia y actuar luego en consecuencia.»

En concreto, una publicación de su blog —una grabación en YouTube de una charla sobre sexualidad— le dio a Jones la prueba que necesitaba para sentir que la novela en la que había estado trabajando era legítima.

En el vídeo, la periodista británica Esther Armah explicaba como su padre y sus bisabuelos ghaneses siempre le contaban que los africanos tenían la misma actitud hacia la sexualidad que hacia la tierra: «No había límites ni fronteras». Todo eso vino más tarde, decía la periodista, y era inherentemente político. «Si tú le preguntabas a mis bisabuelos qué era la homosexualidad, no entendían a qué te referías —proseguía Armah—. Es simplemente amor».

«Aquello fue una revelación —cuenta Jones—. Me dio permiso para comprender y creer en lo que ya sabía por intuición, solo que con pruebas.»

El blog «Son of Baldwin» le sirvió a Jones —que estuvo diez años trabajando en el departamento de comunicación del Brooklyn College— para hacer contactos fundamentales en el sector editorial. En 2016 el escritor Kiese Laymon, que llevaba años siguiendo tanto el blog como al propio Jones por Facebook, se dio cuenta de que se trataba de la misma persona. «Me quedé en plan un momento, un momento, ¿tú eres el de “Son of Baldwin”? —nos cuenta Laymon—. Fue como descubrir la identidad secreta de tu superhéroe.»

En cuanto Laymon leyó el manuscrito de Los profetas, se lo pasó sin dudarlo al agente literario P. J. Mark. «Yo lo único que sabía era que, daba igual en que estuviese trabajando, que seguro que sería fresco, pero no creía que fuera a ser de una frescura épica. Ha creado una nueva novela americana.»

Mark firmó a Jones y luego le vendió los derechos de Los profetas a Sally Kim, la editora jefe de Putnam, quien también editó el debut en la novela de Kiley Reid, Los mejores años, todo un éxito de ventas publicado en 2019. Mark cuenta que Jones fue el primer autor con el que trabaja que le exige un encuentro en persona antes de mandarle unas páginas.

«Creo que traer este libro al mundo lo hacía sentirse vulnerable», cuenta Mark.

Jones no solo tuvo que tomar en consideración la reacción que tendría el público, sino también su propio pasado. «Yo me crie en un hogar que, por parte de madre, eran de la Nación del Islam y, por parte de padre, eran de la Convención Bautista del Sur. ¿Dónde encaja en cualquiera de estos territorios un niño negro gay?»

Pasó su adolescencia en el Brooklyn de la década de 1980, en la frontera entre Gravesend y Bensonhurst, aterrado: de Dios, pero también de los niños blancos y de sus iguales negros que lo perseguían desde la casa hasta el colegio con bates y cadenas. No estaba muy lejos del sitio donde una turba blanca asesinó a Yusef Hawkins en 1989.

«La gente suele hablar del Sur y de las “sundown towns”, las poblaciones donde los negros tenían que meterse en sus casas antes de que se pusiera el sol. Yo siempre les digo que en el Norte no se llamaban así porque podían hacernos de todo a plena luz del día».

Tampoco se sentía seguro siendo él mismo en el seno de su propia familia, que le dijo que no fuera gay, que la homosexualidad era un pecado. «No tuve a nadie que me sirviera de modelo y me contara cuál era el siguiente paso para un niño como yo».

A su madre, Joan Jones, «se la consideraba la oveja negra de la familia porque se rebeló contra todas las normas del patriarcado —nos contaba Jones—. Y porque desde muy pronto se declaró atea». Pero el padre de esta, Alfred Benjamin, criado en el Hell’s Kitchen de la época de la Depresión por unos padres que emigraron desde la isla de San Cristóbal, se uniría más tarde a la Nación Islámica, y, en palabras de Jones, «tenía unas ideas muy estrictas sobre cómo debía ser en teoría un hombre». Jones y su abuelo nunca se dijeron que se querían; su intimidad llegó «hasta donde la masculinidad patriarcal permite a los hombres», nos decía el escritor.

Así y todo, algo en su interior acabó aplastando y venciendo esas dudas interiores. «Había unas voces (yo las atribuyo a la voz ancestral) que hicieron que me fastidiara sentir ese miedo y que me despertaban en medio de la noche pidiéndome que lo hiciera. Así que escribí la novela.»

Karen Maeda Allman, librera de The Elliot Bay Book Company de Seattle, que se identifica como multirracial y lesbiana, calificó el resultado como «el libro que hemos estado esperando», y lo dice alguien que lleva más de treinta años en el sector. «La gente como yo ya sabía que lo de ser gay no es nada nuevo, pero ¿dónde están las historias?»

Habrá quienes «no quieran entrar en eso», dice Allman, que espera que aun así lean la novela. Después de todo, en palabras de Laymon, «es uno de esos libros capaces de cambiar el mundo».

Jones sabe que un cambio así es posible porque lo ha vivido. Un buen día de 2002, después de llevar una década sin ver a su abuelo Benjamin, recibió la llamada de este, que tenía ya 85 años. «Y me dice: “Mira: yo no entiendo bien tu estilo de vida, pero eres mi nieto y te quiero”». Benjamin estuvo otros once años en el mundo después de aquella llamada.

«La gente es capaz de cambiar. Eso es lo que me enseñó esa experiencia. Puede que le lleve toda la vida, pero la gente es capaz de cambiar.»


Una entrevista por Lauren Christensen para The New York Times

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